Queridx valiente,
Espero que estos días de verano no tengan que ser necesariamente productivos pero sí quizá, una bonita oportunidad de revisar y reformular ruta de cara a septiembre. Me gusta pensar que es el mes de poner el contador a cero. De hecho, me ilusiona enormemente, como cuando era niña. Septiembre es volver a que todo sea posible.
Como siempre, dale al play y empieza a leer :
Subimos al hórreo, una construcción en alto que tradicionalmente en Galicia, se usa para guardar la cosecha y poder conservarla fresca más tiempo.
Desde que éramos niños, el hórreo siempre ha sido uno de nuestros lugares favoritos. Éste aún preserva la magia y las motas de polvo de entonces.
Hoy, la oscuridad y el paso del tiempo invaden el espacio mientras la luz se abre camino entre los huecos de la pared, dándole, si cabe, un ambiente aún más mágico.
Hace unos 10 años, le tomé a Pepe un retrato delante de la puerta de su casa. Ese retrato se convirtió en una de esas fotos que se han quedado grabadas en mi memoria para siempre, también formó parte de mi libro Brava.
Hoy, quise hacerlo de nuevo. Con mi cámara en la mano, subimos al hórreo. Y con sus 97 años, Pepe me mira más allá de su retina, enmarcada ahora de unos surcos que cuentan el millón de historias de su larga vida.
Los últimos días hemos visitado la Galicia de mis raíces. Mi Galicia. Donde se crió mi madre y donde he pasado la mayoría de los veranos de mi infancia. La chispa que lo inició todo, con su olor a tierra mojada, a vino y a hierbabuena.
Cuánto hemos vivido en estos campos, en estas carreteras y bajo estas estrellas.
Como os decía en mis últimos Farøs, este verano ha sido el de volver a lo básico, al origen y a la raíz en sentido literal y figurado. Ha sido darme cuenta de que el tiempo pasa muy rápido y que lo que ayer fue, quizá ya no vuelva. Y esa es la razón, probablemente, de que me haya tocado tanto esta vuelta al origen.
Galicia era ese capítulo del año donde la historia hacía una pausa cada Julio, para contar una historia paralela hasta Septiembre. Sabíamos que no volvería a repetirse hasta el año siguiente, así que por eso, exprimíamos sus días con emoción hasta el final.
Galicia era el eterno verano jugando bajo las viñas, hincharme a uvas hasta que me doliera la tripa. Era pasar las tardes mirando cómo se mueven los tritones en el corgo. Aprender a dibujar con papá, hacer fuego para pasar la noche mirando las estrellas y los paseos por su naturaleza infinita.
Galicia es amarla por sus días de sol, pero sobre todo y ante todo, por sus días de niebla.
Era pasar las tardes con mamá sin mirar el reloj en el porche de Frieira. También las largas comidas en casa de Felisa con filloas y café de pote para terminar.
Galicia era la cocina de Fontao, los paseos por su monte y empezar a escribir.
Galicia es el juego. J U E G O . j u e g o - Volver a ser niños.
Era estar durante horas pelando cacahuetes al son de las historias que contaban sus paisanos en la taberna de Dora.
Galicia es la ilusión y el inicio.
Volver a la raíz es desempolvar emociones enterradas por el tiempo. También tener la oportunidad de conectar con lo que nos hacía vibrar muchos años atrás. La ilusión, una emoción básica para conectar con la creatividad.
Al volver, me he dado cuenta de que el tiempo pasa para todxs. Los columpios nuevos que habían puesto en la plaza y que tanta ilusión nos hicieron en su momento, están hoy vetustos y descoloridos.
Las casas que los bisabuelos contruyeron con tanto amor, hoy están olvidadas y sepultadas por la naturaleza.
El tiempo ha ganado a la memoria.
Y esto mi queridx valiente, me ha hecho reflexionar enormemente sobre la importancia de estar presente y disfrutar de las cosas como si fuese nuestro último día. De atesorar lo importante y que no te lastre lo superfluo.
Os mando un abrazo galáctico como siempre, hasta el próximo Farø
¡Qué preciosidad de texto e imágenes! Yo volví a mis raíces después de muchos años tratando de olvidarlas y no puedo ser más feliz.
Un abrazo,
e.
Maravillosa reflexion, amo Galiza y amo todo el norte!!!!