Queridx valiente,
hoy te escribo mirando los tejados grises de Paris.
El gris nunca me ha gustado demasiado, ni literalmente ni de forma figurada. Siempre he sido de contrastes, creo que se intuye en mi trabajo.
Aunque hace no mucho, uno de mis grandes descubrimientos fue entender que precisamente el gris medio, también tiene su “aquel”, su importancia, su belleza propia.
Aprendí en la adolescencia, que el contraste era más interesante. Pasaba de estados pico a estados valle. Entendí entonces, que si quieres los picos más altos, algún día bajarán a ser valle profundo. Es el precio a pagar por vivir intensamente, supongo.
Prefería vivir entre picos, aunque a veces significara que hubiera momentos de mucha bajada. Con consciencia, no quería quedarme en los “aburridos grises medios”.
Me acuerdo perfectamente que ésta fue una conversación que tuve con mi primer novio con apenas 15 años. Ahora miro a esa adolescente reflexionando sobre estos temas y aún me sorprendo. ¿Qué sabía entonces ella de la vida?
Ahora que vengo a menudo Paris, me parece muy interesante que se la denomine una de las ciudades más bonitas del mundo y sin embargo, el gris sea uno de sus colores más abundantes.
Si lo pienso en mi trabajo, el color para mi es emoción, es intensidad, es decir cosas, es sentir, es vivir. VIVIR, en mayúsculas. La intensidad y los picos de la vida a través del color.
De hecho, tanto en mis talleres como en mis sesiones de foto, especialmente si son con emprendedorxs, es un punto a trabajar en profundidad, ya que es una herramienta preciosa para generar estados emocionales en el observador.
Si te paras un momento a observar y entornas los ojos, la imagen se vuelve borrosa. Ahí, puedes ver el color predominante de la escena.
Yo cierro los ojos en Paris y veo un gris medio, pero hay algo mágico que no he visto en muchos sitios. Si te fijas con detalle, hay puntos de luz y color en todas partes.
Como emociones diminutas concentradas en cada esquina.
Planes en ebullición constante, su gente, su luz, su arte, luces de neón señalando algún plan que no te puedes perder…
Un puntillismo cromático emocional allá a donde miras.
Creo que esa es la magia de Paris.
Hace tiempo escuché decir a alguien, algo así como:
“Cuando estamos bien, queremos quedarnos así para siempre, pero eso no es posible, ya que la vida en si misma es movimiento.
Estamos en un mar donde hay olas constantes, a veces más grandes y otras menos.
Tratar de parar el movimiento de las olas, no sólo es un atrevimiento, sino que te agota hasta ahogarte.
El secreto de la vida, es pues que, cuando vengan las olas, aprendas a danzar con ellas desde la calma.”
La calma en el movimiento, ¡Menuda paradoja!
Pero si me lo llevo a mi terreno, diría que el gris es esa calma y las olas son el color, así que después de todo, el gris tiene mucho que enseñarnos.
Feliz domingo, valiente.
Ya sabéis que si queréis contratar una sesión fotográfica conmigo, podéis hacerlo aquí.
Me ha encantado el post! 👏🏼👏🏼
Pues leyéndote me has recordado a mis experiencias “capilares”... (bueno y de vestimenta, en general)... Siempre me gustó vestir en colores fuertes, y mucho negro. Y el pelo pasaba de mí moreno intenso a un pelirrojo fuego. Me encantaba cambiar de un día para otro. Lo identificaba con vida, creatividad, etc. Ahora, desde hace algo más de un año, me he dejado las canas. Y he de reconocer que estoy ENAMORADA de mi pelo gris. Si. Es gris medio 😂😂😂. Jajajaja. Y me parece un tono perfecto que combina con todo, que es como un lienzo neutro (que me encanta romper con un labio rojo intenso, o unas gafas con personalidad)...
pues eso, ¡que viva el gris!